El perro del sol es el nombre del poemario de Ricardo Azuela Espinoza, cuya edición original vio la luz en 1980, siendo ilustrada por el pintor hondureño Álvaro Canales. Fue presentado entonces en el Claustro de Sor Juana Inés de la Cruz y en el Centro Cultural José Martí con una nutrida asistencia de escritores y poetas; y se nos presenta hasta la fecha como una de las obras poéticas representativas de este municipio guanajuatense. Ha sido reeditado por Rodrigo Porrúa Ediciones en 2017 (segunda edición).
Nacido en la ciudad de Guanajuato, hijo del poeta y revolucionario Ricardo Azuela y hermano del también poeta Francisco Azuela, autor del poemario El maldicionero, y a quien le dedica el poema “Carta a un hermano poeta” de este libro, Ricardo Azuela es un hombre de leyes, ex presidente municipal de Silao, con una destacada carrera en su servicio público y como notario público de la ciudad.
En este libro el autor rescata la memoria de los dioses aztecas, rindiéndoles culto en versos influidos por las modernas letras francesas de las que abrevó durante su estancia en la Ciudad Luz, dioses que pueblan el libro desde el principio y a quienes canta con la honda pasión de quien reconoce su raíz indígena y orgulloso la muestra al mundo: “Me pesa más en el cuerpo la sangre del indígena que la del conquistador”
En los poemas que abren este libro encontramos la evocación a una figura femenina primero añorada y después reencontrada, de un amor que “aviva el fuego del poeta” y lo mantiene en una tal tensión que lo hace cantar. Figura femenina que el autor identifica con la diosa azteca purificadora Tlazolteteo. Pero su tema central es más bien otro: el rescate de una cultura antigua que se perdía ya entonces en México, víctima de la opresión del capitalismo; cultura con una gran tradición mítica con la cual se identifica plenamente y que le reclama internamente. Dicho objetivo se percibe consistentemente en todo el libro y es evidente a pesar del cierto hermetismo que hay en él. La peculiar forma de usar los signos de puntuación –o ya de suprimirlos- emparienta estos poemas con las vanguardias poéticas europeas del siglo XX; mas este libro sabe completamente a México: a nopal, a maguey y a maíz. Se recuerda allí la pobreza en que están sumidos muchos de nuestros hermanos de tierra con los que compartimos los mismos dolores y alegrías, y la suerte del “indio amenazado de exterminio” en versos que son verdaderos gritos de ansia de libertad solidaria, continuando a su modo la lucha de su padre. Y esta solidaridad hacia el indígena la extiende también hacia el campesino, el obrero y todos los explotados en México, pronunciándose claramente contra la vejación y la desigualdad. Recorren estos versos imágenes de la cotidianidad y del folclore mexicano, mismas que son manifiestas aún más en el poema central del libro que se llama precisamente “El perro del Sol”, y está compuesto de cuatro cantos con una vocación social: la de abogar por la urgente necesidad de rescatar nuestro pasado indígena, ya casi sepultado por la transculturización que se han impuesto históricamente a éste.
Juan Carlos Porras escribió un artículo sobre la poética de este libro, el cual publicó en el periódico Milenio, y que puede consultarse en: https://www.milenio.com/opinion/juan-carlos-porras/los-que-estan-mirando/poetica-ricardo-azuela-espinoza-perro-sol