En su blog llamado así (zornflakes.wordpress.com), el guanajuatense Ernesto Castro, egresado de la licenciatura en Filosofía de la Universidad de Guanajuato, comparte fragmentos de sus lecturas predilectas, mismas que en ocasiones le sirven como temas o pretextos para experimentar con la escritura. Del mismo modo, ensaya, en poemas, notas, aforismos y microficciones, una poética de la brevedad en la que lo que no se dice pesa muy significativamente sobre lo dicho: una poética del silencio, que calla aludiendo. “Mi idea de revolución está animada por locos, místicos y anacoretas capaces de pervertir el orden a partir del silencio y la soledad”, nos dice. Y es que, en su opinión, “Escribir es mendigar el silencio que las palabras tampoco pueden soportar”. Con esto se entiende que el fragmento en su poética constituya ya una unidad suficiente, solo necesitada de una lectura aguda que sea capaz de desentrañar su polivalencia de sentidos. Algo así como en ciertas tradiciones de la contemplación orientales. Por ejemplo, el haikú y la poesía breve japonesa como la de Kenko Yoshida son unos de sus géneros predilectos, por poética de alusión de lo cósmico y universal en la brevedad casi instantánea, por su énfasis en lo silencioso y lo contemplativo. Al respecto, transcribimos el poema “Amaneceres”: Me gusta despertar temprano / y comprobar en silencio / que los objetos recién recortados por la luz / siguen suspendidos / en su propio sueño.
Porque “el silencio es la condición real de la escritura”. Y acaso sólo darle un rodeo con algunos cuantos signos comunicantes es la meta final de la literatura. Parafraseando otra de sus líneas: tampoco es que necesitemos colmar el vacío con palabras. Esta posibilidad paradójica poesía y la palabra como verdad silenciosa va más allá de la historia porque es anterior a ella. En el principio era el silencio. Un silencio prístino. Así, quizá la verdadera literatura sea aquella capaz de negar su posibilidad. Y que luego sea capaz de callar. La misma lección que dieron con su acto algunos grandes que dejaron de escribir… o se suicidaron. Basten estos otros dos textos para darnos una cabal idea de la escritura de Ernesto:
El suicidio no mejorará tu vida.
*
MISERIA
Nunca pudo usar ropa elegante hasta que se encontró con la muerte.
Otra de las facetas de Ernesto, además de la docente, actor y director de teatro, es la de editor. Ha trabajado en la edición de la revista cultural Anomalía y de ello su satisfacción más grande ha sido la de estar cera de la escritura contemporánea, viva, “que queda todavía por entender”, así como poder dar el espacio necesario de publicación a autores que lo buscaban, voces que merecen ser escuchadas. El número “Errantes” de dicha revista ha sido para él el trabajo de edición más personal y le enorgullece. Entre los autores que está satisfecho de publicar destaca a Sergio Espinosa Proa, María Andrea Esparza, Miguel Morey, entre otros. Cabe mencionar que Ernesto ha sido beneficiario del Programa de Estímulos a la Creación y al Desarrollo Artístico (PECDA) 2018-2019 y del Seminario para las Letras Guanajuatenses, en el área de ensayo.
“Me gusta escribir porque digo en la escritura cosas que normalmente no me permitiría decir, hago juegos que no me permitiría hacer.” Para él, la escritura, lejos de lo determinado, es oportunidad de “empezar otra vez”, oportunidad posibilitada por lo que él, en una afortunada figura de pensamiento, llama “la dimensión ociosa del lenguaje”.